Ojo: en el pleno recrudecimiento de la pandemia, se relaja la conducta social. Destacado

Escrito por  Jorge Luis Telles Abr 27, 2020

 

= Entrevista con José, todo un exponente de la especialidad.

=Año con año conduce de la mano a miles de latinoamericanos.

= “Al turista le encanta la fantasía; le damos también algo de eso”.

 

(Primera de dos partes)

 

Jorge Luis Telles Salazar

 

Se llama José. De nacionalidad española y guía de turistas de idioma castellano, de oficio o profesión. Entre 45 y 50 años de edad. Viaja siempre de pie, a la derecha del conductor, con una pierna flexionada sobre la escalerilla de la puerta delantera  de  acceso al Auto Car. Habitualmente,  con la mirada puesta en el horizonte, atento a los puntos de interés a cruzar, para proporcionar la explicación correspondiente al grupo de viajeros que llenan el vehículo, entre los que se mezclan: argentinos, venezolanos, panameños, brasileños y mexicanos, por supuesto.

Venimos desde Madrid, por tierra,  hacia el Norte por toda la costa ibérica  e ingresamos  a Francia por el llamado País Vasco, para pasar la noche en  Burdeos  (cena típica rociada con una botella de vino tinto galo) para  seguir hasta Paris, al día siguiente, con  escala en el medieval castillo de Chambord, donde se come un pollo frito de super lujo.  Ahora, ya dejamos atrás la Ciudad Luz, incluso algunas regiones  de Alemania – luego de una travesía por el río Rhin – como Niurebenger, poblado  que parece surgir de uno de los célebres cuentos de Hansel y Gretel, de la vieja tierra teutona.

 Incluso ya visitamos  Frankfurt - ciudad  reconstruída,  piedra sobre piedra, tras su destrucción por los aliados en la Segunda Guerra Mundial – y ahora el confortable autobús se desplaza sobre una moderna carretera de cuatro carriles,  hacia la frontera entre Alemania y la República Checa, donde nos espera la majestuosa e imperial ciudad de Praga, como próxima parada. Por la ventanilla apreciamos fugazmente la ciudad de Luxemburgo, capital del Ducado de Luxemburgo, entre los países más pequeños de Europa.

= NI ERA CORTINA, NI ERA DE HIERRO =

Seguimos en tránsito hacia la Europa Central o del Este (tierra de vampiros, hombres lobo y damas  que vuelan en escobas) para cruzar ese mismo día por la  ya desaparecida cortina de hierro, que “no era cortina, ni mucho menos de hierro”, como lo apreciara el inolvidable Gabriel García Márquez en su pequeño libro “De Viaje por los Países  Socialistas”.

 En el interior del vehículo, la temperatura es agradable, entre 24 y 26 grados centígrados; pero afuera el frío cala hasta los huesos. En mi vida lo había sentido con tal intensidad. Lluvia y nieve, mezcla letal para nosotros; los del continente de América.

Ya transcurrió más de una semana de viaje y hasta entonces,  me atrevo  a cambiar impresiones con José (mi eterna timidez).  Le digo que esto es algo así como una entrevista para un periódico de una zona de mi país y me comprometo a enviarle mi trabajo, una vez publicado, cosa que nunca sucedió, por una u otra razón.

= Con todo gusto  – acota, mientras enciende, con la colilla de su cigarro uno nuevo, en un descanso del trayecto, de Frankfurt hacia la capital de la antigua Checoslovaquia , la que relacionamos en automático con Vera Caslavska, aquella  gimnasta que se robó el corazón de México en los Juegos Olímpicos de 1968.  Vera (ya fallecida, por cierto) no solo ganó tres medallas de oro, sino que, la víspera de la clausura de la Olimpiada, contrajo matrimonio en plena catedral metropolitana, con un integrante de su equipo de trabajo; su entrenador Josef Odlozil, en un evento de cobertura mundial, que le robó cámara incluso a los mismos juegos México-68.

José agrega:

= Te vas conmigo en el asiento de adelante y ahí platicamos. De aquí hasta Praga y de Praga a Budapest. Y si no, terminamos pues  le seguimos hasta Viena, que yo encantado  – puntualiza. (Las citas no son del todo textuales; las hemos editado, sin el “vale”, y sin el “¡joder!”,  expresiones muy típicas de los españoles. Las pronuncian, invariablemente, cada tres o cuatro de las palabras en una oración habitual).

= LAS REGLAS INELUDIBLES EN LA UNION EUROPEA =

En la Unión Europea,  existen reglas ineludibles para las excursiones turísticas, llamadas circuitos, mismas que las miles de empresas operadoras están obligadas a acatar al pie de la letra, so riesgo de perder la concesión  correspondiente. Esto, no solo para la seguridad, sino también para la comodidad de los millones de personas que visitan el viejo continente año con año, sin importar la época del calendario. Lo mismo en verano o primavera, que en el otoño y el invierno.

 El viejo continente,  siempre está atiborrado de visitantes, deseosos de conocer, de disfrutar y de gastar “euros” a diestra y siniestra. Con tanta derrama económica, las crisis económicas no deberían existir en esta parte del mundo; pero no es así, extrañamente.

 Precisamente, una de esas reglas es que el Auto Car, por ninguna circunstancia, rebasará una velocidad de 90 kilómetros por hora; la otra, que tendrá que detenerse  un mínimo de 30 minutos,  por cada 270 kilómetros o 3 horas de viaje. De esta forma, los pasajeros descansan un tiempo prudente y los conductores también. Esto explica la enorme cantidad de paraderos existentes a lo largo de las carreteras, con todo lo necesario para los paseantes: desde una comida en forma, hasta un alimento frugal o simplemente un café, una gaseosa, una fruta o una golosina. Algo para leer, quizás, un souvenir o memoria para cámaras fotográficas o equipo de video. Hay de todo.

Los omnibuses  son objeto de un estricto monitoreo. De hecho están acondicionados para no superar la barrera de los 90 kilómetros por hora. Si por alguna razón llegase a suceder, su sanción sería el retiro inmediato de la circulación.

Otra cosa: todo tipo de comida  tiene que consumirse en el exterior del autobús. Está estrictamente prohibido subir   alimentos a bordo, para evitar la contaminación por olores, incluso de frutas, como naranja. Líquidos, es la excepción. Para todos los latinos, acostumbrados al desorden imperante en nuestros respectivos países (y con la cultura de comer de todo mientras viajamos) las medidas nos parecen severas; pero son las reglas de esa región del planeta  y hay que acatarlas en forma irrestricta. Los mexicanos somos muy buenos para obedecer…cuando estamos en otros confines de la tierra.

Ese tiempo de descanso,  José lo aprovecha para fumar y fumar. Inhala y exhala con placer. “Arriba del auto no lo puedo hacer. Me fumo aquí los que no me puedo fumar arriba. Podría perder, incluso, mi autorización para ejercer la profesión”, comenta.

Reiniciamos el viaje sobre territorio alemán y allá vamos sobre Praga, instalados como lo sugirió en el primer asiento del moderno bus.  Pasillo de por medio, Idolina, mi esposa. A una velocidad, de 90 kilómetros por hora, el panorámico transporte devora las distancias, sobre la rúa, de manera paralela a una vía de ferrocarril, similar a las que conocemos; pero con una diferencia sustancial, respecto a las de nuestro país: son dos vías. Una de “ida” y otra de “vuelta”, como lo explicara “Pepe Chuy”, el célebre presidente municipal de Guasave. Los rieles son parte natural del paisaje. La red de trenes de Europa está entre las mejores del mundo y es el transporte turístico por excelencia, en especial para los jóvenes de todo el orbe, que gustan viajar mochila al hombro y con muy pocos euros en el bolsillo.

= Pues bien, ya estamos, como se decía comúnmente “del otro lado de la cortina de hierro”, - comienza a platicar José -. Aquí, en estos parajes, todavía hay rastros de la destrucción causada por los bombarderos aliados  durante la Segunda Guerra Mundial. Esto sí es real; pero, obvio, otras cosas son producto de la imaginación y creatividad de los guías de turistas. Por ejemplo, decir que, sobre el suelo, aún   hay huellas de botas de los soldados nazis. Esto, claro, no es cierto; pero a ustedes, los turistas, les encanta escucharlo, porque esto mismo platicarán al regreso a sus países de origen. No podemos negarlo: son temas fascinantes.

“Bueno, ya estamos ubicados, ahora sí, atrás de la cortina – continua – y las ciudades que ustedes van a visitar, Praga y Buda Pest,  son imponentes, majestuosas, señoriales. Son de las que se quedaron acá, tras los acuerdos tomados por las potencias en la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. Al caer el muro de Berlín, también se derrumbó el sistema socialista; pero todavía quedan rasgos en la actitud y el comportamiento de la gente. La mayoría de los checos y los húngaros son ásperos, serios; pero atentos con el visitante. Saben que el turismo ha sido su principal sostén, en el nuevo orden económico internacional”.

En julio de 1956, Gabriel García Márquez escribió:

“La cortina de hierro no es una cortina, ni es de hierro. Es una barrera de palo, pintada de rojo y blanco, como los anuncios de las peluquerías. Después de haber permanecido tres meses dentro de ella, me doy cuenta que era una falta de sentido común esperar que la cortina de hierro fuera realmente una cortina de hierro. Pero doce años de propaganda tenaz tienen más fuerza de convicción que todo un sistema filosófico. Veinticuatro horas diarias de literatura periodística terminan por derrotar el sentido común, hasta el extremo de que uno tome las metáforas al pie de la letra…”

(Continuará: Segunda parte)

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