Doña Catita, un siglo viviendo la indiferencia de su familia Destacado

Escrito por  Griselda Caro Dic 06, 2019

 

 

La viejecita de 100 años de edad, ayuda en un puesto de tamales de la verbena de Navolato, para ganarse el pan de cada día.

 

Navolato, Sinaloa. Doña Catalina Zazueta García, una señora que nació el 30 de abril de 1918  en Altata, Navolato Sinaloa. A los 11 años mudó de Altata a Navolato junto a su hermano mayor a empezar una nueva vida tras quedar huérfana de padres.

Catalina se casó a los 15 años con Agusto, de quien tuvo que lamentar su muerte hace ya 20 años.

Doña Cata es conocida por todo Navolato por su larga vida, al cumplir sus 100 años le hicieron una fiesta.

"A mí aquí en Navolato todo el mundo me conoce, a mí aquí no me busques por mi nombre, aquí búscame por Catita... Todo Navolato así me dice".

Catita a lo largo su siglo de vida ha pasado por situaciones difíciles que le impiden hacer sus actividades normales. Tiene un pie lastimado tras caerse un día, así como la espalda, brazo y columna lesionada porque fue atropellada por una motocicleta y ahora depende de una andadera, además está perdiendo la vista de su ojo izquierdo.

Para ganarse el pan de cada día, Doña Catita lo que hace es ir todas las mañanas a la plazuela de Navolato, con ayuda de su sobrino que trabaja en tienda Coppel que la lleva y la trae.

Ella ayuda en lo que pueda en un puesto de tamales y atole, donde también se le da comida y recibe monedas del pueblo.

"No crea que me siento bien, me da mucha tristeza porque yo tengo familia, tengo nietos, yo tengo bisnietos y hasta tataranietos y me ven, no me dicen ¿Ya comiste?, no, no me dan".

Catita tiene un hijo a quien prefiere no mencionar, ya que desde hace muchos años no le apoya económicamente ni la visita. Lamenta que su hijo fue quien le vendió la casa y la dejó sin nada.

Al necesitar unos medicamentos le pidió ayuda a una amiga suya, una bocina para utilizarla como herramienta de trabajo, ella le respondió:

"¿Y eso, para qué quiere eso?

Para ir allá a la plazuela a gritarle a todo Navolato que me ayude con la medicina porque yo no tengo dinero".

Ante estas carencias, Catita pide ayuda y en cierta forma vive de la caridad de la gente y en especial de una amiga, Lourdes Portillo, a quien considera “su ángel de la guarda”.

Griselda Caro