El Citizens Bank Park, habitualmente dominado por los Phillies, se transformó anoche en un escenario para los Yankees de Nueva York, quienes, como si estuvieran movidos por una fuerza invisible, revivieron su legendario mote de Bronx Bombers. Con una ofensiva arrolladora, vencieron a Filadelfia 14-4, desatando una lluvia de cuadrangulares que dejó a todos boquiabiertos.
Aaron Judge, el capitán y gigante de los Yankees, lideró el ataque con dos majestuosos jonrones (llegó a 39 en el año y 99 impulsadas), su bat sonando como un trueno en la noche. A su lado, Jazz Chisholm Jr., recién llegado en un cambio con los Marlins, también se voló la barda en dos ocasiones. Hubo un momento casi surrealista cuando Chisholm, como si invocara la esencia misma del equipo, se paró en el plato con uno de los bats de Judge. Tal vez, en ese acto sencillo, el poder del capitán se transfirió a él, encendiendo su rendimiento.
La noche estaba cargada de simbolismos. La novena de Nueva York, después de un fin de semana triunfal contra los Red Sox en Boston, parecía haber encontrado un nuevo impulso, una energía renovada que los empujaba a nuevas alturas. En el montículo, el dominicano Luis Gil se convirtió en otro arquitecto de esta victoria, lanzando cinco innings y un tercio con precisión casi quirúrgica. Ponchó a ocho bateadores y aceptó tres carreras.
Y en medio de todo, Juan Soto, con su presencia serena pero letal, remolcó tres carreras, contribuyendo al festival ofensivo que llenó de júbilo a los seguidores de los Yankees.