Ante una sociedad llena de problemas de todo tipo: económicos, de inseguridad, pérdida de valores, a ¿quién le puede importar que los niños y niñas sigan ahí en los cruceros de la zona urbana de la ciudad pidiendo limosna?

Lo dijo la diputada Angélica Díaz esta mañana al hacer uso de la voz durante la sesión legislativa al referirse a este fenómeno social: “Son muchos los niños que sufren trastornos de depresión y ansiedad, junto con un sentimiento de desamparo total, se sienten solos en un mundo que nos les ofrece ningún tipo de protección y para el cual son totalmente invisibles”.

Y sí, efectivamente vivimos en un mundo tan convulsionado que difícilmente nos impactan los problemas de los demás, aun siendo parte del gobierno con la responsabilidad de atender este tipo de situaciones que no es otra cosa que una expresión de la desigualdad social.

¿Dónde están los DIF y los Sipinna y los encargados del Desarrollo Social? ¿Qué esperan para abocarse a atender y solucionar de raíz esta problemática de la presencia de niños haciendo malabares frente a los vehículos con el grandísimo peligro de ser atropellados?

Si no pueden con el paquete o no lo quieren atender, lo más honesto es que dejen esta labor a personas que sí tengan las ganas y se sientan comprometidos en regresar a esos niños a sus casas o a algún otro lugar donde se les pueda dar una vida digna.