El incremento del comercio electrónico y los servicios financieros digitales a causa de la pandemia ha traído también la modernización de los ciberdelincuentes que se hacen pasar por empleados o inversionistas para cometer sus hurtos.

Los ataques a las tarjetas de crédito van en aumento y sólo basta considerar que en 2020 se incrementaron un 20 por ciento los robos a las cuentas bancarias.

Peor aún, la disposición de geolocalización obligatoria en los dispositivos móviles al momento de hacer una transacción, más que dar confianza, crece la incertidumbre de los tarjeta-habientes que ven incrementado el riesgo de ser víctimas de los defraudadores.

Lo cierto es que la lucha entre los que quieren robar y los bancos que buscan la manera de cómo defenderse pone en medio a los usuarios, que cada vez se ve más sometido a los problemas de robos e intentos de fraudes, a lo que hay que sumar lo engorroso que resulta aclarar, solucionar y hacer que le regresen su dinero. Todo un viacrucis.