Guamúchil, Sinaloa. El Día de los angelitos y  de los Muertos, la mayoría de las tumbas en los panteones lucen limpiecitas y con llamativos ornamentos, pero hubo una que no fue la excepción.

 La lápida de la pequeña e inolvidable Ángela Alvarado del Évora no es la excepción, desde el 1 y el 2 de noviembre desde tempranas hora ciudadanos guamuchilenses pintaron de rosa, barrieron y regaron la pequeña tumba, más tardes fueron colocadas unas veladoras y hasta un biberón de color lila, lleno de leche y algunos “juguetitos”.

Y es que recordemos que la pequeña Ángela no tiene familia, fue adoptada por los guamuchilenses debido a la trágica forma en la que perdió su vida, misma que duró apenas unas horas.

El día de su sepultura, el sentir y voces de la ciudadanía se unificó y clamó por compasión y justicia, luego de que la pequeña recién nacida fuera abandonada aún con su cordón umbilical en un bote de basura en el centro de esta ciudad a principios de enero de este año, bajo gélidas temperaturas; muy poco resistió su débil cuerpecito.

Ese día propios y extraños lloraron por la pequeña y por la insensibilidad humana que nunca antes se había dejado sentir en esta pequeña ciudad, algunos dicen que su madre era migrante, otros mencionan que era una prostituta, algunos otros que eran personas de los poblados circunvecinos, la realidad no se supo y quien sabe si se sabrá algún día.

Lo que sí es certero es que el corazón de los guamuchilenses aún es tocado por aquel terrible hecho y luego de su muerte tratan de brindarle algo de alegría a la pequeña Ángela, algo de luz en su camino y hasta ese biberón con leche, que la pequeña nunca conoció, pues ni su madre,  ni las mamilas la llegaron a alimentar nunca.

La tumba de la hija de todos quienes la adoptaron hoy luce viva.